En ese entonces era un soltero de 25 años, acababa de terminar mi maestría y estaba iniciando el trabajo que ejercería el resto de mi vida, nunca me alejé de mi familia, de hecho frecuentaba mucho
a mis hermanos y me gustaba compartir con mis sobrinos pues me encantaba ser
tío, ese día llevé a mi sobrina a caminar por el centro de la ciudad porque
quería que ella escogiera su regalo de cumpleaños. En esa época estaban iniciando muchas
obras en la ciudad y por eso en nuestro trayecto habían muchas volquetas y camiones
pesados con materiales de construcción, el lugar no era muy agradable para una
niña de 8 años pero debíamos pasar por ahí para llegar a las tiendas del centro
a las que queríamos ir.
Paramos en un semáforo y en la espera miré hacia mi lado
derecho donde estaba una mujer con un aspecto un poco extraño, tenía unos grandes ojos azules, como también una larga y prominente nariz y una inmensa mandíbula,
parecía una de esas brujas de dibujos animados. Me quedé mirándola por varios
segundos pues me llamó la atención su aspecto, además de los fuertes gestos que
estaba haciendo en ese momento, pareciera que estuviera loca pues me daba la
impresión de que estaba hablando sola.
Esa distracción me hizo olvidar de mi sobrina que ahora
caminaba sola en medio de la calle, cuando fui a cogerla de la mano escuché el pito de un auto y varios gritos, un auto al parecer sin frenos chocó con una de las pilas de
material al lado de la acera, que seguidamente generó un efecto dominó sobre
todo lo que había alrededor, a mí solo me dio tiempo de saltar sobre mi sobrina
y usar mi mano izquierda para parar cualquier objeto que viniera hacia
nosotros en la dirección del choque.
No tengo claridad de lo que sucedió en ese momento, yo solo sentí un fuerte estruendo, caí al suelo y me apoyé en la mano que no había sufrido el golpe, ví que salió un viejo amigo de la nada, abrazó a mi sobrina y la alejó del accidente, el fuerte estruendo me dejó pasmado y en el siguiente minuto no hice más que observar lo que sucedía; llegó entonces la extraña “bruja de ojos azules” y se arrodilló a mi lado, la señora no dijo una palabra, solo tomó mi mano izquierda que tenía varias cortadas y con sus dos manos la sujetó gentilmente, sus manos se sentían calientes y suaves, muy suaves, acarició la mía con cariño y sacó una venda de su bolsillo, rápida y suavemente vendó mi mano y apenas terminó se levanto de sus rodillas y se fue, yo pensé que iba a volver y que iba a tener la oportunidad de agradecerle pero no lo hizo así que cuando me pude levantar al estar totalmente consciente, me concentré en buscar a mi sobrina y marcharme de allí junto a ella.
No tengo claridad de lo que sucedió en ese momento, yo solo sentí un fuerte estruendo, caí al suelo y me apoyé en la mano que no había sufrido el golpe, ví que salió un viejo amigo de la nada, abrazó a mi sobrina y la alejó del accidente, el fuerte estruendo me dejó pasmado y en el siguiente minuto no hice más que observar lo que sucedía; llegó entonces la extraña “bruja de ojos azules” y se arrodilló a mi lado, la señora no dijo una palabra, solo tomó mi mano izquierda que tenía varias cortadas y con sus dos manos la sujetó gentilmente, sus manos se sentían calientes y suaves, muy suaves, acarició la mía con cariño y sacó una venda de su bolsillo, rápida y suavemente vendó mi mano y apenas terminó se levanto de sus rodillas y se fue, yo pensé que iba a volver y que iba a tener la oportunidad de agradecerle pero no lo hizo así que cuando me pude levantar al estar totalmente consciente, me concentré en buscar a mi sobrina y marcharme de allí junto a ella.
Mi sobrina estaba bien aunque muy asustada, así que decidí ir a casa con ella en un taxi, mi mano no se veía tan mal así que en casa podría curarla, en el taxi y una vez la adrenalina bajó, miré mi mano izquierda y me sorprendió
lo bien que estaba vendada, supuse que esa mujer era enfermera o alguna vez lo
fue. Pero lo que me dejó más pensativo fue lo suave y agradable que se
sintieron sus manos sobre las mías, se sintió tan bien que por algún instante, en medio del shock del golpe y el salto de adrenalina, dejé de pensar en el accidente y miré fijamente sus manos como para tratar de
entender esa sensación.
Unos 17 años después de ese extraño accidente tuve que ir al
hospital por una intoxicación, mi esposa y yo nos enfermamos al comer una de
esas extrañas comidas que ella solía traer de sus viajes por Asia. Cuando íbamos
caminando hacia la salida por uno de los pasillos, miré de reojo hacia una de las
salas de pacientes y para mi sorpresa, allí estaba la que yo llamé un día la bruja de ojos azules y de manos suaves. Estaba
acostada en una cama y estaba mirando hacia la salida, hacia donde yo estaba.
Entré inmediatamente y vi que se le salió una gentil sonrisa,
ninguno de los dos habló, ella levantó lentamente su mano izquierda así que yo
supe lo que debía hacer, le dije a mi esposa que sujetara mi abrigo y
con las dos manos sujeté la mano de esta extraña señora que ahora estaba
recibiendo el agradecimiento que nunca le pude dar, esta vez, mis manos eran
las que estaban calientes y suaves, su mano se sentía áspera y seca, acaricié
suavemente esa vieja mano e hice el mismo movimiento que hizo ella cuando me vendó la
mía hace tanto tiempo, solo que esta vez lo hice sin venda. Al terminar, puse su mano sobre la
cama y le agradecí con un gesto. Ella simplemente asintió y sonrió, esta vez no pensé en ningún momento en su grande
nariz ni en su enorme mandíbula pues solo me fijé en sus
hermosos ojos azules, no la vi como una bruja sino como una hermosa anciana que
estaba a punto de decirle adiós a este mundo, se veía en paz.
Cuando salimos de la sala de pacientes, mi esposa me abrazó
y me preguntó al oído, ¿era ella la bruja de las manos suaves de la que me has hablado? Solo tuve que
sonreírle a mi confidente para responder a su pregunta, ella también sonrió y
nos fuimos a casa. La historia de esta señora siempre fue una historia para
remembrar, más que todo porque nunca había tenido esas sensaciones con una persona con la cual nunca crucé ni una palabra. Sé que antes de fallecer, esa señora recordó al muchacho al que le cuidó las
manos y que muchos años después estuvo allí para agradecerle y despedirse.